Los días en el reclusorio suelen tener cuatro momentos en los que tienes la sensación del confinamiento más a flor de piel o estas más caneado- cuenta uno de nuestros personajes - uno es cuando te levantas, el otro cuando te acuestas o intentas dormir, el tercero es cuando te tienes que rifar un tiro y el último es cuando te ponen una madriza. Con excepción de esos cuatro momentos, puedes tener una estancia no digamos placentera, pero al menos si llevadera; claro si tienes para pagarla, si no, habrá que buscarse la forma, la música es una manera de vivir dignamente cuando estas preso y si tienes para pagar tu cárcel todo es un poco más fácil.
Pero de eso no quería hablar, ya lo dejaremos para otras ocasiones, ahora te contaré lo que sucedió cuando de repente llegaron 45 televisiones a mi cantón.
En el Reclusorio no puedes confiar en nadie, y si lo haces tendrá que pasar un tiempo, al fin eso es lo que sobra aquí tiempo. En ocasiones puede que con la gente no compartas los modos en los que hacen las cosas o llevan a cabo sus negocios, pero, aquí adentro la vida de verdad que está marcada por lo peor y lo mejor de lo que allá afuera se ve, lo peor es lo que las noticias te cuentan motines, escuela del crimen, la universidad del crimen, entró por robo salió experto en secuestro, cosas así, lo mejor nunca lo sabrás porque eso no lo cuentan, pero aquí hay personas en las que puedes confiarle hasta la vida, la espalda aquí tiene que tener ojos, la vista periférica no la desarrollas allá afuera, aquí tienes que estar en todo ya viste que se mueve algo y ya sabes qué o quién paso, por dónde viene el golpe. Bueno para acabar pronto, aquí avientas una moneda al aire y no la verás caer. Es tan rápido todo que tienes que ver la mano que la agarro. Así es aquí adentro.
Te comentaba respecto a la confianza, pues resulta que un señor de otro dormitorio que no te diré su nombre, en ocasiones nos contrata para tocar algunas canciones y también cuando viene su visita en la estancia tocamos para él, pues él renta televisiones aquí adentro, tiene como 45 aparatos y en distintos dormitorios pues renta a otros presos, resulta que saca un buen camarón cada semana o por día y también aquellos que se gastaron la lana o no tienen pa pagar o se les acabó o lo que sea tiene quien cobre por él, si le debes 30 pesos que es lo que te cuesta diario la tele o a la semana 150, pues si no le pagas ese día que toca hacerlo al siguiente le debes lo doble, tu puedes o allá afuera le llaman agiotista o usurero, aquí esas palabras no existen, aquí eso debes y si no pagas pues tendrás que pasar por la tabla.
Resulta que un día llega a mi dormitorio, lo que nosotros nos confiábamos era el dinero de cada uno, él llegaba cualquier día y me daba la cuenta de ese día o de la semana, lo que fuera cobrando pues, llegaba con una bolsa, una cangurera creo que le llaman y me decia, ahí te lo encargo, ya sabes mañana paso después de las diez de la mañana. Había noches que esa bolsa se veía tan llena y pesaba tanto que no podía dormir, yo humildemente le daba unos cuantos pesos pero él me los guardaba y así no me daba la tentación de gastarlo en lo que fuera que me hiciera perder conciencia, películas o cualquier cosa, entonces estaba yo a todo dar y me alivianaba, sabía que el dinero estaría seguro. Te cuento que un día se me ocurrió contar el dinero que tenía, me metí a mi camarote, ya tenía camarote, me cubrí con la bellona y prendí la lámpara que tenía, quedé bien apendejado de todo el dinero que tenía en esa bolsa, n' hombre me puse más nervioso, era una lanota, se había corrido el rumor que habría revisión y que los monos pasarían, no pues estaba peor de nervioso, neta no dormí. Cuando llegó por la mañana me vio tan mal, que lo dedujo y me dijo, lo contaste verdá, sí, conteste, no hay pedo sé que esta completo, es un poco de lo que gano cuando hay un buen partido de fútbol o algo que le gusta a la perrada. Ya lo creo, conteste, no te preocupes, nos vemos al rato, me dijo, sonrió me dio doscientos pesos y se fue.
En uno de esos días en que me había dado la bolsa no llegó a las diez como acostumbraba, dieron las once, las doce, me di un riego, pasaron unos minutos más y ya no aguanté más, le comenté lo que pasaba a uno de mis compas del cantón, pues ve a buscarlo me dijo, sí, voy a ir, pero no me animaba, no, pues algo esta muy mal pensé, nunca se atrasa tanto, me fui a ver que onda con otro músico y fuimos a su dormitorio, tuve que pasar dos puertas, la del dormitorio el custodio me conocía, en ocasiones había ido a tocar a la dirección o
las mañanitas a algún comandante y pues ya esta, pasé, pregunté por él, y en el anexo sentía que todos se me quedaban viendo bien sacados de onda, que pedo pensé, andaba bien paranoico, sacado de onda, pensé que ya lo habrían picado, cualquier cosa te imaginas, las peores de verdad, las más gruesas, lo que más te ha impresionado en el reclusorio eso te imaginas que le pasa a alguien, le pregunté a uno de su cantón, qué onda que paso con el sr. se lo llevaron de traslado, me contestó, a dónde, no sabes pregunte, no sé nada, me respondió, no pues qué pedo pensé y después, inmediatamente después ¿qué hago con la bolsa? Yo la llevaba bien entuzada, cómo que de traslado, volvi a preguntar, sí, vinieron unos tiburones por eso el cantón esta hecho un desmadre, y sí todo estaba tirado, en su camarote habían roto todo, el colchón, las sábanas, las cobijas estaban sucias de tanto que las habían arrojado contra el suelo del pasillo, parecía que buscaban la bolsa, pensé, pero qué pedo, no pues que mal pedo, les comenté a los que estaban en el cantón y me fui en chinga.
Después de leer la lista que había en la bolsa e ir de cantón en cantón cobrando lo que había rentado el sr. me junté a otros músicos y empezamos a llevar todas las televisiones a mi cantón, ahí ya había hablado con la mama del cantón me dio chance de meter todo ahí, y sí, entre televisiones dormimos y comimos por dos días, les había pedido un paro a otros de mi dormitorio, de otros cantones y pues también metí ahí más televisiones, estuvo bien chingón, les invité la comida, pero en el reclusorio cualquier rumor se expande rápido y dos días después regresaba del vapor, órale que veo que empiezan a circular las televisiones frente a mí, no pues qué pedo pregunté a uno de los monos que estaba revisando todo lo que se llevaban, se me quedó viendo bien cabrón, qué onda, pues aquí, que trasladaron al sr. y nos llevaremos las teles para otra parte que ya hay quien las rente por él, gracias por guardarlas, no podía decir nada ante semejante mentira, pero bueno, solo veía como circulaban las pantallas por el pasillo, todos estaban afuera viendo como se iban, pero bueno íbamos a quedarnos solo con una, pero el cabrón de negro quería llevárselas todas, le dije, ya sé que te las llevas para regentearlas tu, déjanos una al menos pa' el cantón, aquí no tenemos, no seas... me interrumpió y me dijo, quieres que empecemos a preguntar que onda y por qué están aquí o porque medios llegaron aquí a tu cantón las televisiones o le dejamos así, no pues lo dejamos así, llévatelas todas no hay pedo, contesté. De la lana pues qué te puedo decir, viví muy bien unos meses.
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